MAR DE COPAS
Cuando Manolo Barrios y Toto Leverone decidieron poner fin a la trayectoria de su banda primigenia, "Los Inocentes", no imaginaron que su siguiente proyecto se convertiría, con el paso de los años, en uno de los fenómenos más importantes del rock peruano de los noventa denominado: Mar de Copas.
Los cincuenta mil discos (quizás muchos más) que han vendido hasta la fecha (en un mercado donde se considera disco de oro al que ha alcanzado las cinco mil copias) son la prueba fehaciente del éxito obtenido por este sexteto que, con cinco discos de sólida factura en su haber y una actitud de independencia (confundida, a veces, con soberbia) respecto de los medios masivos, ha conseguido abrirse paso en la árida y traicionera geografía del rock nacional en base a un único pero poderoso argumento.
Mar de Copas no ha sido nunca, para bien o para mal, un grupo masivo. En parte porque siempre se ha resistido a caer en las redes del "todo vale promocional" (razón por la cual ha tenido muy poca exposición televisiva), en parte porque su música, pese a tener un radiante sentido de la melodía, nunca ha recibido una difusión masiva y finalmente porque sus canciones no despiertan sentimientos festivos ni apelan al humor, la denuncia sociopolítica o a los guiños callejeros para comunicar con el público.
A diferencia de la mayoría de bandas de rock de nuestro medio que apuestan por una comunicación instantánea, Mar de Copas ha desarrollado una identificación netamente emocional con sus oyentes, quienes se ven reflejados en esas tonadas melancólicas como un domingo soleado de resaca y en esos frágiles mundos interiores, de soledades compartidas, de amores perdidos o nunca encontrados, de confusión e incertidumbre de los que hablan sus canciones.
Cuando Manolo Barrios y Toto Leverone decidieron poner fin a la trayectoria de su banda primigenia, "Los Inocentes", no imaginaron que su siguiente proyecto se convertiría, con el paso de los años, en uno de los fenómenos más importantes del rock peruano de los noventa denominado: Mar de Copas.
Los cincuenta mil discos (quizás muchos más) que han vendido hasta la fecha (en un mercado donde se considera disco de oro al que ha alcanzado las cinco mil copias) son la prueba fehaciente del éxito obtenido por este sexteto que, con cinco discos de sólida factura en su haber y una actitud de independencia (confundida, a veces, con soberbia) respecto de los medios masivos, ha conseguido abrirse paso en la árida y traicionera geografía del rock nacional en base a un único pero poderoso argumento.
Mar de Copas no ha sido nunca, para bien o para mal, un grupo masivo. En parte porque siempre se ha resistido a caer en las redes del "todo vale promocional" (razón por la cual ha tenido muy poca exposición televisiva), en parte porque su música, pese a tener un radiante sentido de la melodía, nunca ha recibido una difusión masiva y finalmente porque sus canciones no despiertan sentimientos festivos ni apelan al humor, la denuncia sociopolítica o a los guiños callejeros para comunicar con el público.
A diferencia de la mayoría de bandas de rock de nuestro medio que apuestan por una comunicación instantánea, Mar de Copas ha desarrollado una identificación netamente emocional con sus oyentes, quienes se ven reflejados en esas tonadas melancólicas como un domingo soleado de resaca y en esos frágiles mundos interiores, de soledades compartidas, de amores perdidos o nunca encontrados, de confusión e incertidumbre de los que hablan sus canciones.
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